una ráfaga de viento voló mi alma por los cielos altos

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martes, 24 de enero de 2023



I


 En la casa de los corazones rotos se instaló un nido de pájaros. Ella no entendía muy bien como unos animales tan astutos habrían de instalarse en un lugar tan rodeado de muerte. 


II


Demoró siglos en apaciguar las voces insaciables de su cabeza, que, con incansable sed de lloros y lamentos atormentaban su cerebro incluso mientras dormía. Durante esos meses, Catalina tuvo pesadillas casi todas las noches. Aquellas donde los monstruos no la hacían gritar del miedo, o despertarse hecha un nudo de lágrimas, no lograba recordar que había sido de su subconsciente mientras el otro descansaba. Del sueño solo quedaba una vaga sensación que la acompañaba los tres minutos mínimos, que una persona prudente se queda en la cama luego de abrir los ojos por primera vez en un nuevo día. Ella prefería (como cualquier persona en su sano juicio) esa leve sensación momentánea a la daga punzante y dolorosa que se clavaba en su corazón noche tras noche, pesadilla tras pesadilla. Obviamente anhelaba recordar sus sueños en las noches sin dagas, mas se conformaba con esa escuálida y escurridiza sensación. La esperanza, le llamaba ella.


lll


Las barbaridades que inventaba su mente mientras dormía, eran por lo general del tipo CATASTROFE. Un drama bizarro con una trama mal redactada y poco profesional. Catalina no entendía de donde salían tantas calamidades. Es decir, entendía perfectamente que de su cerebro, ahora, de que lugar y en que momento se había convertido en una persona tan retorcida nunca le quedaba claro. Así comenzó su habito de fumar en las mañanas. Con el humo del cigarro se tragaba algún que otro pensamiento de mierda. Algún que otro recuerdo.



lV


Las pesadillas arrancaron una noche de abril, la noche donde su corazón se partió por ultima vez. La verdad que ella no quería ver, era que, por defecto, esto pasaría pronto. Catalina andaba con su corazón a cuestas, hacia un buen tiempo. Cuando ese varón de pacotilla decidió divertirse con sus miedos y sus fantasmas.


V


Sus ojos eran transparentes como el oxigeno. Su dulzura no conocía de personas, existía, como un ente autónomo, para quien fuera. Ella sintió que cuando él la miraba la descubría. Como si nadie nunca se hubiera percatado de su existencia hasta ese momento. 

Catalina no entendía cuales fueron los motivos para que la última imagen vista por esos inmarcesibles ojos haya sido la de una bala salir disparada directamente a su entrecejo.




Epilogo.

Derramó sobre su sangre el sabor de un amor joven.


 En la casa de los corazones rotos han crecido hortensias y azucenas de entre los agujeros de las herrumbradas y desaliñadas paredes curtidas. El olvido florece entre el olor a parca y el sonido de la hoz.

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