Amanecí nublada; a lo largo de la tarde el viento fue llevando las nubes a dar una vuelta y a eso del medio día el sol rajaba mi tierra. Me tire bajo un ciprés a descansar y oler el verano. Aun llevo sabor a durazno en los labios y las noches siguen siendo mis favoritas para correr por el mundo (sin saber muy bien por que corro ooo, de que corro). A veces es mejor no preguntarse, a veces, es mejor no abrir la llaga.
Agarre un sombrero y me fui a la playa, así, liviana, sin mas nada, hasta parecía que iba desnuda, sin ningún peso, sin ninguna pena. Atravesé los médanos y unas ansias repentinas por volar me invadieron; me eche a correr como loca, con los brazos como una avioneta, y me reía de la vida, o con ella, ya no se distinguir muy bien los limites intangibles.
Así, echa risas y alborotos corrí al agua a lavarme, hacia tanto ya quería lavarme; es que las cicatrices curan mejor con el agua de mar, y el horizonte le hace tan bien al alma, que en la inmensidad, al inhalar entran puñaditos de calma. Me abrace, porque al fin y al cabo, ¿quién mas a de acompañarme? Quien si no yo, se reiría de la vida y correría como loca.
Me dedico una canción de amor, una vela celeste y una rosa roja.
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